Categoría

Columna, Mujer

Fecha publicación

Trabajaba de Educadora Social en un centro terapéutico con mujeres drogodependientes cuando decidí que quería ser madre, se trataba de un trabajo duro pero enriquecedor y vocacional, aunque las condiciones laborales no ayudaban mucho a la conciliación. Por ese motivo y tras atravesar muchas dificultades que me impedían que los embarazos prosperasen, decidí dejar el trabajo y centrarme en el objetivo de la maternidad. En esa época, era presidenta del Oviedo Moderno, cargo que asumí siempre al margen de mi profesión y que, en ese momento, me servía como válvula de escape, lo que me dio la oportunidad de volcarme más con la gestión del club.

Llegó mi primer hijo y con él, el instinto de querer dedicarme plenamente a su cuidado. Aunque económicamente vivíamos muy apretados, siempre tuve el apoyo absoluto de mi marido, que en aquel momento trabajaba en una empresa de formación y decidimos “apretarnos el cinturón” y continuar, únicamente, con mi labor altruista en el club de mi vida. A los dos años, llegó mi segundo hijo y sentía la necesidad y la responsabilidad de seguir dedicándome a la crianza, aunque en ese momento la evolución del fútbol femenino me obligaba a exigirme más al frente del Oviedo Moderno, más horas, más viajes, muchas reuniones, etc. Tratábamos de profesionalizar la estructura del club y en aquel momento, empecé a plantearme que quizás tenía que dar un paso a un lado o al frente y convertir el fútbol, el deporte al que había dedicado toda mi vida, en mi profesión, aunque fuera de una forma modesta que me permitiera tener un mínimo de ingresos. Eso fue muy difícil, por no decir imposible, pues éramos un club humilde y había muchas otras prioridades.

Yo empezaba a tener inquietudes profesionales, necesitaba hacer otras cosas y en casa, empezamos a plantearnos la búsqueda de un trabajo a media jornada que me permitiera conciliar la situación. Y en ese momento, sin buscarlo y cuando menos lo esperaba, recibí una llamada en la que me ofrecían la posibilidad de asumir el cargo de Directora General de Deporte en el Principado de Asturias. Fue difícil de digerir porque mi mundo no era la política, sentía a pesar de mi experiencia en el Deporte y como presidenta de un club durante 10 años, como si me tirara por un precipicio, quizás fuera como nos ocurre frecuentemente a las mujeres, falta de autoestima profesional. Pero lo hice porque va mi esencia fluir con la vida y con las cosas que van llegando, ser valiente y porque una vez más, mi marido me apoyó absolutamente, tomando la decisión de dejar su trabajo para equilibrar de nuevo, poder dedicarse a los niños y que yo pudiera asumir la responsabilidad con total tranquilidad. Estuvimos así tres años, hasta que inesperadamente me quedé embarazada. Fui un impacto al principio, pero no nos planteamos otra opción que no fuera afrontar lo que venía. Me pasé el embarazo apurando el trabajo, tratando de sacar adelante todos los proyectos que podía tras la situación de pandemia y cuando ya estaba embarazada de 8 meses, recibí una llamada que cambiaría de nuevo mi rumbo y me situaría de nuevo en el proyecto que ha marcado siempre mi vida, el fútbol femenino.

Evidentemente, no fue solo una llamada, fueron dos llamadas, tres, cuatro…visitas y conversaciones múltiples que me empujaron, finalmente, a tomar la decisión de liderar el Proyecto de Liga F. Únicamente dudaba de esta decisión porque iba a tener una hija, que estaba a punto de nacer y porque con tres niños me parecía una locura inasumible sumergirme en este proyecto y alejarme días de mi hogar. Mi marido, feminista de convicción, me dijo “Bea, este es el proyecto de tu vida. Si esta oportunidad me llegara a mí, que voy a ser igualmente padre como tú, ¿nos lo estaríamos planteando?”. Y eso despejó absolutamente todos mis miedos, inseguridades y me permitió, tomar la decisión sin sentimiento de culpa, tranquila y feliz.

Toda mi vida he tratado de romper barreras, de visibilizar a las mujeres en el deporte y en los cargos de gestión, de romper ese techo de cristal y de dar oportunidades y no podía contradecirme. Me parece una oportunidad única para dar un paso más, para mostrar a la sociedad que una mujer puede ser madre y presidenta de una Liga Profesional. Y que un hombre puede renunciar a su vida profesional para dedicarse a la crianza y a la casa sin que esto suponga una crisis existencial. Este el mensaje que queremos proyectar y normalizar con nuestros hijos.