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Columna, Mujer

Fecha publicación

Hasta hace poco tiempo la mujer deportista estaba sola y condenada, como Sísifo en el célebre mito griego, a empujar una pesada piedra hasta lo alto de una colina, para ver cómo, al llegar a la cima, la piedra caía, obligándola a volver a empezar su ardua tarea.

Pero los tiempos han cambiado, el deporte femenino ha despegado, y Sísifo ya no está solo. Somos muchas las que empujamos al unísono, desde diferentes posiciones, la piedra de la desigualdad; somos muchas las que luchamos por una equiparación entre géneros, que no solo es una exigencia legal, sino también, sobre todo, moral. Y todas juntas vamos a conseguir que la piedra no se deslice más, que ninguna mujer tenga que volver a empujar obstáculos ni condicionantes en solitario. Pero no nos confiemos: la lucha no ha hecho más que empezar, y queda mucho trecho.

Nadie duda de que la progresión de los logros de las mujeres en el deporte está siendo exponencial desde hace unos años, y ello no solo en lo que a las deportistas se refiere, sino también respecto a la participación femenina en la gestión y dirección, aspecto este último al que voy a referirme en este momento. No obstante, todavía es residual el peso que las mujeres tienen en puestos de verdadera responsabilidad que les permitan adoptar decisiones vinculantes para el mundo del deporte. Sigue siendo noticia que una mujer sea presidenta de un club o que sea nombrada para un cargo político en algún organismo público deportivo e incluso que forme parte de la cúpula directiva de un ente deportivo. Las cifras publicadas por el CSD en relación con la presencia femenina en los puestos de poder de las federaciones son muy significativas (solo un 3% en la presidencia y un escaso 35% en las juntas directivas), y ponen de relieve la necesidad de romper el techo de cristal que todavía nos frena y asumir tareas de responsabilidad que nos permitan ser artífices de la transformación que deseamos. Para conseguirlo se necesitan, fundamentalmente, dos cosas: 1) Mayor formación de las mujeres y 2) Tomar conciencia de nuestra valía y perder el miedo a asumir el control.

Respecto del primer punto, la propia evolución del deporte ha demostrado la enorme importancia que tiene la formación en la participación femenina a todos los niveles. Si atendemos a la práctica de algún deporte, es directamente proporcional al nivel formativo general de las mujeres, tal y como se desprende de la “Encuesta de hábitos deportivos 2022” elaborada a instancias del CSD, de donde resulta que las mayores tasas de práctica deportiva se dan entre las mujeres que poseen educación superior (74,1%), seguida de quienes han superado la segunda etapa de educación secundaria (60,8%). Si nos referimos a la participación en la gestión y dirección deportiva, es evidente que precisa de una formación específica y de calidad que dote a las futuras gestoras de herramientas para el cambio. Gracias a mi formación jurídica y a la práctica diaria en el mundo del derecho deportivo, contribuyo a esta formación con mi pequeño granito de arena como docente en diversos Masters y cursos de gestión deportiva. Y es siempre una alegría descubrir a mujeres entre el alumnado, a pesar de su, todavía, escaso número, y comprobar su gran talento, ilusión y ganas. Hay que animar a las mujeres a formarse, porque solo así será posible que ocupen puestos de auténtica responsabilidad y con capacidad de transformación.

En cuanto al segundo punto, la propia conciencia de empoderamiento, es una cuestión obviada que, sin embargo, constituye la clave del éxito. Si una mujer no es consciente de lo que vale no será capaz de asumir ciertos retos. Tenemos que sacudirnos la sensación de inferioridad heredada, y darnos cuenta de que estamos perfectamente capacitadas para ocupar, en igualdad de condiciones que los hombres, posiciones directivas y de gestión en entes deportivos. De nada sirven los cupos para puestos de responsabilidad si no hay mujeres dispuestas a aprovecharlos, y la falta de mujeres conscientes de su valía y debidamente formadas hará que sea más difícil prescindir de la discriminación positiva, que, si bien es necesaria en estos momentos, nos aleja de la verdadera igualdad.   

Si logramos acceder a la gestión deportiva, será más fácil alcanzar los restantes retos del deporte femenino, a saber, mayor visibilidad, mejora de los patrocinios, más presencia en medios audiovisuales, normativa más igualitaria, etc. Desde posiciones de poder la lucha es más fácil, y la piedra no pesa tanto. 

¡Aboguemos por la formación, seamos conscientes de nuestra fuerza y valía y liberemos a Sísifo! ¡Lo conseguiremos!

Ana Cortés Bendicho

Ruiz-Huerta & Crespo Abogados