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Columna, Mujer

Fecha publicación

A través del espejo retrovisor vemos cómo las mujeres han defendido con fervor un sustancial aumento de visibilidad y reconocimiento en los puestos directivos de las empresas. Uno de los desafíos más complejos y desafortunados que enfrentan las mujeres en posiciones de liderazgo es la tendencia a derribarse entre ellas. Es un tema opaco, tabú, oculto, que tararea en la mente de muchas y del que se hacen juegos malabares para mostrar solamente fragmentos, con el objetivo de no entorpecer la lucha por el empoderamiento y no perjudicar al resto que trabaja por la igualdad. Este “sabotaje” a veces se manifiesta en forma de exclusión en decisiones importantes, competencia poco saludable, falta de apoyo o incluso detrimento deliberado, socavando la confianza y limitando el trabajo hasta llegar incluso a un despido injusto. Estos comportamientos, provocados por diversas causas, son micromachismos que limitan el avance.

Sin embargo, a pesar de estos desafíos, las mujeres tienen el potencial de transformar la dinámica de liderazgo y la cultura empresarial en general. Al reconocer y abordar estos problemas de género, pueden no solo abrirse paso hacia la cima, sino también allanar el camino para generaciones futuras de mujeres líderes y alcanzar su máximo potencial no ya en puestos directivos sino en todos los lugares de trabajo.

Es fundamental que las mujeres en puestos directivos no solo se concentren en su propio progreso, sino que también se conviertan en defensoras del cambio y la igualdad dentro de sus organizaciones apostando por el talento. Al desafiar activamente los estereotipos de género y abogar por políticas y prácticas inclusivas, pueden marcar la diferencia tanto para sí mismas como para sus colegas. El futuro es posible.